El arte-terapia tiene la capacidad de permitirnos experimentar con un viaje por nuestra conciencia, al mismo tiempo que transforma la realidad y nuestras emociones. Pintar es liberador, pero también nos ordena, nos organiza, nos protege del bombardeo de estímulos que no cesan de interrumpir el diálogo que deberíamos tener con nuestra conciencia. Un diálogo sin palabras, sin pensamiento, sin tratar de emplear el razonamiento. Un diálogo verdadero, de emoción a emoción, de sensaciones a deseos, una conversación con nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro donde no hay necesidad de pronunciar frases, sino de abrir las puertas de nuestra conciencia para dejar que fluya esa parte de nuestro ser que creíamos olvidada.